Discurso de celebración dictado por Viktor Orbán con ocasión del 174º aniversario de la Revolución y Guerra de Independencia de 1848-49
Budapest, el 15 de marzo de 2022

¡Damas y Caballeros! ¡Húngaros que celebran dentro y fuera de nuestras fronteras! Saludo en especial a aquellos que están con nosotros ahora en Transcarpatia. ¡Buenas tardes para todos!

Nos vemos bastante bien. Incluso, nos vemos muy bien. Quizás nunca nos hemos visto tan bien, como justo hoy. Nos hemos reunido la última vez hace 143 días, el 23 de octubre. Pasaron volando estos días. Aquella vez nos reunimos para enviar el mensaje a la izquierda, que deseaba volver a ponerse detrás del volante, que pararan el carro, a Buda no se llegaba así, e incluso, si veo bien las posibilidades, ya no se llega así tampoco a Pest. Enviamos el mensaje de que no dejábamos que volvieran a poner a nuestra patria en la pesadilla de la izquierda, de donde la habíamos rescatado doce años atrás. Enviamos el mensaje de que no dejábamos que volvieran a llevar Hungría a la quiebra. Enviamos el mensaje de que Hungría debía ir adelante y no atrás. Enviamos el mensaje de que nosotros, aquí en el lado derecho, no éramos unos perdedores piadosos que se asustaban de la prensa internacional que apoya a la izquierda, por más poderosa que sea, o de los burócratas de Bruselas, y de unos Georges Soros, por más ricos que fueran. Enviamos el mensaje de que íbamos a luchar.

Y, queridos Amigos, habéis luchado bien. Muy bien. Tenemos los 106 candidatos a las elecciones, hemos celebrado más de cien mítines electorales en lugares desde Battonya hasta Nemesmedves, hemos llamado a varios millones de puertas. Nuestras posibilidades y fuerza van creciendo día a día. Ni recuerdo haber tenido las estrellas tan alineadas alguna vez, 19 días antes de las elecciones. Hemos mostrado nuestra fuerza y esto ha producido resultados. Nuestros oponentes están metidos en una perplejidad profunda y están al borde de descomponerse. En vano se ha disfrazado el lobo de cordero, ahora hay que pagar el precio del fingimiento. Su candidato a Primer Ministro que creían ser una cometa, hoy ya no es más que un pedazo de roca enfriado y estrellado contra el suelo, y junto con todo el tinglado de la izquierda ha quedado clavado en el suelo. Hoy el país suspira unido: ¡qué suerte que ahora no está en sus manos el timón de Hungría! La desesperación les ha llevado a traer a Hungría incluso a Donald Tusk desde Polonia. Han traído al polaco que da vergüenza incluso en su propio país, que primero destruyó su propio partido en Polonia y luego destruyó al Partido Popular Europeo en Bruselas. Donald Tusk es el mismo gato negro que no trae más que problemas a uno. Es un antiguo consejo que debemos seguir: nunca impidas a tu oponente que cometa errores.

¡Señores!

Cuando cambia la suerte del país, es antigua costumbre de los húngaros de reunirse, consultar y tomar decisión conjuntamente, de cómo podemos evitar los problemas y por dónde dirigirnos. En esto radica nuestra mayor fuerza. Llevamos más de mil cien años actuando así. Así fue en Etelköz, en Pusztaszer, en Rákosmező, sobre el hielo del Danubio y así fue en Pozsony (hoy Bratislava) y en Pest-Buda hace 174 años. Somos diferentes, nos dedicamos a mil diferentes cosas, sin embargo, cuando haga falta nos convocamos, nos ponemos juntos y ordenados, jóvenes y mayores, hombres y mujeres, pobres y ricos, los de la ciudad y los del campo, o sea, todos los húngaros. En tiempos de peligro el país decide su futuro en conjunto. Y sabemos que no solo aquellos están aquí a los que podemos ver con los ojos. Sino están aquí también aquellos que vemos con nuestro corazón: los espléndidos ancestros, los guerreros famosos, los antepasados valientes. Además, están nuestros hijos todavía no nacidos, nuestros futuros nietos y bisnietos, que serán los espléndidos héroes, guerreros famosos y nuestros valientes descendientes. El Consejo de Ancestros, los luchadores de nuestro tiempo y el coro de los que vendrán en el futuro. Así está reunida Hungría hoy aquí, en la plaza mayor de la nación.

Debemos hablar de cosas serias. De guerra y de paz, de la salvación de la patria y de los peligros que amenazan. Antes que nada, queridos Amigos, debemos ver claramente lo que queremos. Desde que tenemos memoria, desde que existe una memoria común nacional húngara, los húngaros siempre han querido lo mismo junto a los pies de los Cárpatos. ¡Que haya paz! ¡Que haya libertad! ¡Que haya concordia! “¡Que haya paz, libertad y concordia!” así lo declararon los jóvenes de marzo en 1848. Y esto no puede quedarse como un mero deseo, porque entonces desvanecerá, al igual que un ligero suspiro. La misma cosa nos hace falta para lograr la paz, la libertad y la concordia: y es la fuerza.

Los pueblos débiles no reciben paz, como máximo se apiadan de ellos. A los pueblos débiles no les corresponde la libertad, como máximo una sopa falsa de goulash en la barraca. Los pueblos débiles no pueden lograr ningún tipo de concordia, como máximo pueden resignarse con su destino. La paz, la libertad y la concordia son galardones de los pueblos fuertes. Ellos disponen de bienestar, de autoconfianza, de seguridad y de una vida tranquila. El viento siempre sopla en las velas de los fuertes, su embarcación siempre llega a buen puerto, les favorece la suerte y ellos siempre caen de pie. Por eso soñaron Széchenyi, Kossuth, Petőfi y todos, con una Hungría fuerte, y por eso lo soñamos también nosotros junto a ellos. Queremos un país fuerte, que debido a las leyes de la naturaleza ciertamente no podrá salir del sistema solar formado por los pueblos, pero siempre girará alrededor de su propio eje y no cederá a la atracción de otros planetas y no dejará que los intereses de pueblos ajenos determinen su trayectoria. Esto requiere fuerza, un poder que conlleva autoridad. Estamos reuniendo este poder, construimos esta Hungría fuerte año tras año, llevamos doce años haciéndolo. Por eso hemos apoyado a las familias, por eso hemos generado un millón de puestos nuevos de trabajo. Por eso hemos gravado a las multinacionales, hemos reducido los gastos de las viviendas y por eso enviamos a casa al FMI. No nos desviaron inundaciones, la migración, tampoco la pandemia, y queremos que no nos desvíen tampoco la guerra o la izquierda el 3 de abril.

¡Estimados Señores! ¡Estimados Festejantes!

El país más bonito del mundo es nuestro. Dios nos ha dado el idioma más bonito del mundo. La gente más ingeniosa del mundo nace en esta tierra, que prepara vitamina C a base del pimentón, que fabrica unos cubos rompecabezas con piezas que pueden ser giradas, y que dispara vacunas con puntería para derribar virus desconocidos. A la vez este es el país de la gente caritativa: desde Santa Isabel hasta aquellos miles de personas que hasta el día de hoy están asistiendo a aquellos que se han refugiado para salvarse la vida. Todo esto es bonito y espléndido, aun así, no es suficiente. La belleza, la ingeniosidad y la caridad solo crea un país feliz, si todo esto conlleva fuerza. Primero tengamos fuerza y después podemos tener razón, y no al revés. Somos 15 millones en el mundo. Estamos en el horizonte de ciertos países que son más poderosos que nosotros: alemanes, rusos, turcos y recientemente los estadounidenses. Pero esto no es motivo de miedo o de perder la confianza, y definitivamente no es motivo de rendición. La fuerza no solo depende de los músculos. El león no puede ser vencido en lucha, pero es posible echarle arena en los ojos, el oso es insuperable en una pulseada, pero es posible ponerle un anillo en la nariz y pasar una cadena por ello, es posible atrapar al lobo en un foso, y nosotros sabemos que el jabalí también sirve para cocinar un guisado de carne.

¡Queridos Amigos!

Un país, antes que nada, necesita ser fuerte en el alma, al igual que lo fueron los jóvenes de marzo. Somos nosotros los que determinamos nuestros propósitos, y nadie puede hacernos desistir de ellos. No nos flagelamos y no queremos suscitar lástima por ser húngaros, y no dejamos que nos flagelen o sientan lástima por nosotros. No nos inclinamos, no nos agachamos, y no escondemos nuestra opinión, aun cuando esta no les guste a otros. No deseamos conseguir que todo el mundo nos ame, ya que esto es imposible, y tampoco a nosotros nos gustan todos. No envidiamos el éxito de otros, simplemente queremos ser mejores que ellos. No tenemos miedo del cambio, porque lo consideramos una oportunidad y no tenemos miedo de nuestros oponentes, porque las piedras que nos echan encima, pueden servir para construir una escalera para nosotros.

En 2010, cuando Hungría era la más débil, y otra vez nos tocó gobernar, prometimos ser inquebrantables y confiar en la voluntad conjunta que supera todos los obstáculos, siempre estar al lado de Hungría, y nunca, pero nunca rendirnos ni por un solo minuto. Esto sucedió con nosotros, este cambio nos arrastró, fue lo que nos llevaba adelante, lo que hizo elevar Hungría y nos hizo llegar hasta donde estamos ahora. Nacieron 200 mil niños más de lo que habrían nacido en caso de permanecer en gobierno la izquierda. El que quiera trabajar, tiene trabajo. Tenemos una constitución nacional, y un millón de nuevos ciudadanos, y los 15 millones de húngaros, todos tienen madre patria. ¡País unido, patria y nación unidas! Y finalmente tenemos una política exterior llena de energía. Somos capaces de cerrar las fronteras ante los migrantes, tendremos un ejército con potencial bélico, una industria de material de defensa de talla mundial y universidades que imponen respeto. Los mayores desarrollos culturales del mundo occidental se realizan en Budapest y se celebran aquí eventos deportivos mundiales de nivel supremo uno tras uno. “El nombre húngaro volverá a ser hermoso, digno de su antigua gran fama” (cita de la Tonada Nacional de Sándor Petőfi – Offi Zrt.), ya que el mundo solo respeta a los que tienen valor y fuerza de levantarse por sí mismos.

¡Estimados Damas y Caballeros!

También tenemos que aclarar cuál es nuestra posición frente a la guerra. Desde tiempos inmemoriales no hemos tenido una fiesta del 15 de marzo así. Ha estallado la guerra en un país vecino. En un país donde viven cientos de miles de húngaros. Nuestros soldados y policías ya no solamente tienen que garantizar con armas la seguridad de nuestras fronteras meridionales, sino también la seguridad de las fronteras orientales. ¡Gracias por ello! Ejecutamos el programa de ayuda humanitaria más grande de todos los tiempos. Está tocando nuestras puertas la crisis energética devastadora que ya está presente en Europa Occidental. Hemos gastado dos años en superar por fin una pandemia no vista en cien años, y si todo esto no fuere suficiente, encima de todo tenemos aquí la izquierda húngara. Hemos entrado en la época de los peligros. Ahora no cabe equivocarse, no hay lugar de apresurarse, y no podemos permitirnos ni una mala decisión. Hungría se encuentra en la frontera entre mundos; entre Este y Oeste, entre Norte y Sur. Por aquí las guerras no son peleadas por nosotros o por nuestros intereses. Suele ocurrir que – gane quien gane -, nosotros perdemos. Europa Central es únicamente un tablero de ajedrez para las grandes potencias mundiales y para ellas, Hungría no es más que una pieza. Una y otra vez nos quieren empujar a la primera línea de la batalla. Si sus propósitos lo requieren así, y si nosotros no somos lo suficientemente fuertes, entonces nos sacrifican. Por motivo de nuestra historia, conocemos demasiado bien la naturaleza de las guerras. Existen países que quieren lograr sus objetivos mediante guerras, pero nosotros sabemos que la mejor guerra es aquella que se ha logrado evitar. Rusia considera los intereses rusos, Ucrania mira los intereses ucranianos. Los Estados Unidos o Bruselas no van a pensar con la cabeza húngara, y sentir con el corazón húngaro. Nuestros intereses deben ser representados por nosotros, de manera sosegada y valiente.

¡Amigos!

Nuestro interés es que no nos convirtamos en un sacrificio de peón dentro de una guerra ajena. En esta guerra nosotros no podemos ganar nada, pero podemos perderlo todo. ¡Debemos quedar fuera de esta guerra! Ningún húngaro puede quedar metido entre el yunque ucraniano y el mazo ruso, por eso no vamos a enviar ni soldados, ni armas a los campos de batalla.

¡Amigos!

La izquierda ha perdido el sentido común, tambaleando como un lunático entraría en una guerra cruel, prolongada y sangrienta. La izquierda húngara quiere enviar soldados húngaros y armas húngaras en primera línea. No lo permitiremos. ¡No dejamos que la izquierda arrastre Hungría en esta guerra! No dejamos que la izquierda convierta Hungría en un objetivo militar, haciendo que húngaros dentro de las fronteras del país y en Transcarpatia se conviertan en blancos. Nosotros, los húngaros bien sabemos quiénes suelen sacar provecho de este tipo de guerras. Somos suficientemente fuertes y resistiremos los propósitos de la izquierda y de los alborotadores bélicos que están detrás de ella.

¡Estimados Damas y Caballeros!

Katalin Novák, nuestra nueva presidente de la República – ¡felicidades para ella! – dijo: las mujeres quieren ganar la paz y no la guerra. Y parece que de nuevo las mujeres son las que tienen razón. La guerra destruye, la paz construye. Las madres saben que hacen falta veinte años para criar a un ser humano, pero veinte segundos bastan para matarlo. Las mujeres no miran la lucha entre Este y Oeste, sino miran a las madres ucranianas y rusas, a los hijos que quedan huérfanos, a cabezas de familia disparadas, a hijos y a padres. En vez del poder coercitivo de las sanciones, ven privaciones. Si queremos poner fin a la guerra, si queremos que Hungría quede fuera de la guerra, debemos escuchar a las señoras. En el mejor momento, además la primera vez en nuestra historia, ha llegado a ser una mujer la presidente de República en Hungría.

¡Estimados Señores!

Esta guerra no debería haber ocurrido. Hungría hizo todo lo que cabía esperar – y todo lo que podía – por la paz. No podemos descartar que el día de las elecciones y del referéndum, todavía estarán sonando las armas en nuestra vecindad. Nunca hemos tenido unas elecciones así. Pero el peligro de guerra no reduce, sino – al contrario – aumenta, incluso eleva al cielo la importancia de lo que está en juego. ¿La derecha que defiende la paz o la izquierda bélica? ¿Construcción o destrucción? ¿Adelante o atrás? Nosotros decimos que salvaguardemos la paz y la seguridad de Hungría. Los que optan por la paz y la seguridad, votarán a Fidesz. Debemos sentir con el corazón cristiano y pensar con la cabeza húngara. Ahora todos pueden ver la diferencia entre las mujeres aterrorizadas que refugian de las batallas con los niños y con el equipaje hecho con prisa, y los migrantes que atraviesan varios miles de kilómetros que asaltan nuestras fronteras. Hungría ayuda a los refugiados, pero sigue rechazando la migración. Tampoco nosotros sabemos cómo terminará la guerra. No sabemos lo que guarda el futuro. Hay que estar preparados para todas las contingencias. Hace falta tener un Gobierno que no pueda estar sorprendido y que no vaya por primera vez en aguas abiertas. Este no es el tiempo de los amateurs, no es la hora de los diletantes. Nosotros no somos principiantes y hemos visto lo suficiente veces cosas raras. Además, somos muchos, somos fuertes, somos unidos. Estamos unidos y por eso ganaremos también el referéndum, con lo cual pararemos en las fronteras de Hungría la locura de género que arrasa el mundo occidental. ¡Vamos a proteger a nuestras familias y a nuestros hijos! ¡El padre es hombre, la madre es mujer, y dejen en paz a nuestros hijos!

¡Estimados Festejantes!

Grandes peligros amenazan a nuestra patria, y el mejor remedio contra el gran peligro, es una gran victoria. Ciertamente tenemos todas las posibilidades para lograrla, con tal de que durante los 19 días que vienen todo el mundo cumpla con lo que le corresponda. Una vez le pregunté a Schwarzenegger cuántas flexiones hacía por día. Me respondió que solo las contaba a partir del momento que dolían. Es igual como estamos nosotros dentro de la campaña. En este tiempo el dolor es nuestro amigo, y es el momento cuando hay que poner incluso un poco más.

Me parece que hemos hablado de todo. Hace 31 días hemos salido a caballo. Hemos recorrido grandes distancias y se han unido muchos, el país está a nuestro lado. Estas elecciones deben ser ganadas y las vamos a ganar. Ganaremos y entonces habrá paz, seguridad y tranquilidad en Hungría. Hoy hemos celebrado el consejo y ahora entramos en la recta final. Nos esperan 19 días de marcha y al final, el 3 de abril nos enfrentaremos con ellos. ¡Salgamos entonces y ganemos la batalla más importante de nuestra vida! ¡Que les demos lo que les corresponde! y ¡protejamos a Hungría! Nosotros, los húngaros unidos los unos por los otros, y no por motivos distintos. ¡Arriba las banderas! ¡Arriba por la victoria! Dios encima de todos, Hungría delante de todo.

¡Adelante Hungría, adelante húngaros!