Ponencia de Viktor Orbán en la conferencia de webinario «Europa Sin Censura»
Budapest, a 8 de julio de 2020

¡Muchas gracias! En primer lugar, me permito dar la bienvenida a mis amigos, al presidente Janez y al primer ministro Aleksandar. El hecho es que el mérito de organizar este evento no me corresponde a mí, sino a los organizadores, una fundación de este país, la Fundación Cívica Húngara. Mi deber sólo ha sido encontrar una buena compañía para un debate sobre el futuro de Europa.

Vosotros, Aleksandar y Janez, tenéis que saber que aquí, en Hungría, ambos gozáis de un enorme respeto. En este país, a Janez siempre se le considera el luchador anticomunista más valiente de la política europea, que regresa a Hungría varias veces y siempre lucha sin rendirse. Lo respetamos mucho. Aleksandar, tú sabes bien que las relaciones serbo-húngaras nunca han sido tan buenas como son hoy, y te admiramos como el líder que ha recolocado Serbia en el mapa político de Europa. Ahora, es obvio para todos que tienen sentido común que la seguridad del continente sería imposible de garantizar sin Serbia como miembro de la Unión Europea. Nos colma de satisfacción que Serbia ya tenga un líder capaz de actuar como un buen socio de la Unión Europea, para negociar cómo elaborar la arquitectura de la seguridad de la Unión Europea. Por eso, he pensado que sería magnífico reunirnos contigo esta tarde. Así, te damos gracias.

Por otro lado, no quiero ocultarles que siempre supone un gran honor hablar delante de buenos patriotas. Cada uno de los tres ha invertido mucha energía en luchar por la libertad y soberanía de nuestras naciones. Por eso, éste es un club especial de luchadores por la libertad y por la soberanía nacional, así que, una vez más, os doy la bienvenida. Además, conviene recordar que, en la actualidad, la experiencia a menudo falta de la política europea. Si echamos un vistazo a los políticos actuales de la Unión Europea, sólo muy pocos también lo eran y contribuyeron en el momento del colapso de la Unión Soviética y de los cambios producidos en la historia del continente, pero nosotros estábamos allí. La única política de Europa Occidental que realizó una gran contribución y sigue siendo activa es la canciller Angela Merkel, quien está a punto de salir. Entre paréntesis, traté de convencerla de no hacerlo, pero siempre me rechazó. Si miramos la política europea desde esta perspectiva, tenemos una experiencia muy extraña. Me parece que los veteranos de la lucha por la libertad de Europa Oriental son los que hoy siguen estando al frente de la política. Así que, como veteranos de la lucha por la libertad, me permito añadir que es bueno compartir nuestras experiencias e ideas futuras sobre Europa.

Hablar de Europa en 20 minutos es casi imposible, por lo que seguiré el ejemplo de los demás y me limitaré a determinados temas para hacer algunos comentarios. Primeramente, quisiera desglosar algunos puntos sobre el contexto en el que voy a hablar de Europa. El primer elemento del contexto del período en que vivimos en Europa es que Europa está dando marcha atrás. Europa está rindieno peor que hace 30 años. Por centrarme en algunos hechos, porque no se trata de mi opinión, sino fundamentalmente de hechos, la tasa de fertilidad dentro de la Unión Europea era de 1,8 en 1990. En el año 2008, era de 1,6 para después bajar a 1,5 en 2018. Esto quiere decir que Europa se encuentra en un declive demográfico. El número anual de los matrimonios muestra la mismo tendencia. Si miramos diferentes gastos en 2018, los gastos de defensa sólo eran un 1,4% del PIB. Hace 30 años, eran del 2,5%. Es decir, estamos prestando mucha menos atención a nuestra seguridad que hace 30 años. Por otro lado, la tasa de la producción económica global de la Unión Europea, situada al 25% en 1990, sólo era de 15% en el año pasado. No hace falta explicar estos datos. El futuro de la Europa de la que estamos hablando tiene el contexto de un continente en marcha atrás.

El otro elemento del contexto es que el equilibrio de poder ha cambiado en Europa. Hace 30 años, la situación era muy simple. La cooperación franco-alemana era el motor del desarrollo económico, y el Reino Unido portaba el estandarte de la idea de las Naciones de Europa, que estableció un equilibrio de poder en Europa. Esto era así incluso cuando nuestros países se adhirieron a la Unión Europea y el continente se reunifició. ¿Qué es lo que vemos hoy? Francia está luchando puramente por mantener su competitividad y está profundamente endeudada. El Reino Unido ha salido, y Alemania es, una vez más, el hombre fuerte de Europa. En resumen, el equilibrio de poder de las naciones dentro de la Unión Europea ha cambiado dramáticamente. Cualesquiera que sean las dificultades, todos esperan que Alemania salve la integración. Así, hace 75 años, Alemania fue bombardeada para devolverla a la Edad Media y ahora es, una vez más, el salvador o el único país grande que puede salvar a los países europeos en medio de sus terribles dificultades económicas. Ésta es la nueva realidad de poder en Europa con muchas consecuencias para el futuro, demasiado difíciles para debatirlas sólo en 20 minutos, pero es un hecho que deberíamos tener claro a la hora de hablar del futuro de Europa.

Quedándonos con el contexto, quisiera recordarles las tres crisis que han afectado gravemente a Europa dentro de un período muy breve. Durante los últimos 22 años, Europa ha llegado de una crisis a otra. La primera fue la crisis económica de 2008, seguida de la crisis migratoria de 2015, y ahora tenemos la crisis del virus. Como se ha mencionado, ninguna de estas crisis ha sido tratada debidamente y cada una ha sido tratada de una manera diferente en ambos lados del viejo continente. O sea, hubo un tipo de gestión de crisis en el Oeste y otro diferente aquí, en Europa Central. La primera crisis, la crisis económica de Europa del Oeste, querían resolverla mediante la salvación del llamado Estado del bienestar. En Europa del Este, y sobre todo en Hungría, optamos por la idea del Estado laboral. Vimos que la crisis era un evento inaugural de una nueva época, y que deberíamos renovar nuestra estructura económica y política. El Estado del bienestar ya no era la estructura adecuada, por lo que necesitábamos el llamado Estado laboral. Antes de la crisis del virus, la tasa de desempleo en Hungría, pero también en otros países V4, se situaba alrededor del 3%, y la tasa del aumento económico excedía el 4%, cerca del 5% de la tasa de aumento del PIB. Luego vino la crisis migratoria y, una vez más, hemos dado respuestas diferentes, tanto en el Oeste como en el Este. En Europa del Oeste, se quería resolver el problema demográfico mediante la promoción de la migración, así que no eran antimigratorios en absoluto. En Europa Central, no queríamos importar a nuestros países los problemas de otras civilizaciones, porque durante siglos, nuestros países han experimentado qué significa convivir con costumbres culturales completamente diferentes en nuestro patio trasero, lo cual puede conllevar muchas dificultades, y nunca queríamos ver la repetición de una situación así. Ésta es la realidad actual. La posición inestable de la Unión Europea en el ámbito global, una estructura de poder y una situación de equilibrio inestables dentro de la Unión Europea, así como algunas experiencias y moralejas de las tres crisis que hemos tenido.

Me gustaría citar otro problema que he identificado durante los últimos años: la asistencia a la reunión del Consejo y a las reuniones de los partidos. Mientras que Europa era incapaz de resolver hasta sus propios problemas, siempre quería cambiar el mundo. Y esta ambición sigue existiendo. Así, los líderes actuales de la Unión Europea son incapaces de resolver hasta nuestro propio problema o los problemas internacionales circundantes; no sabemos gestionar el conflicto de Libia ni la situación de Ucrania pero, a pesar de nuestra incapacidad de actuar, queremos decir a nuestros socios internacionales cómo dirigir sus respectivos países. Le decimos a China, a Rusia, a Turquía, a Israel, ahora incluso a los Estados Unidos de América, cómo dirigir su propio país. O sea, este tipo de malinterpretación de nuestra propia situación es un serio reto, debemos poner fin a esta práctica, y deberíamos regresar y creer firmemente en que Europa debería enfocarse primero en sus problemas internos y luego, quizás, insisto: quizás, podemos dar consejos a otros. La gestión de nuestros propios problemas es esencial para recuperar la influencia de la UE en el ámbito económico y político internacional.

Me permito decir que, como consecuencia de todos estos factores, cuando examino estas ideas en cuanto al futuro de Europa en el debate político europeo, puedo identificar dos conceptos europeos claramente diferentes. No sólo diferentes, sino también rivales. El primer concepto es progresivo, izquierdista liberal y, desde la perspectiva de Budapest, semimarxista por así decirlo, en cuanto al futuro de Europa. Sus exponentes promueven el multiculturalismo, siguen una política promigratoria y antifamiliar, quieren librarse del concepto de las naciones y de los Estados nación, y consideran irrelevantes las enseñanzas sociales del Cristianismo. Hay cada vez más políticos que apoyan este tipo de visión europea, a veces, les confieso, incluso dentro del PPE. Pero también hay otro concepto en cuanto al futuro de Europa, basado en la cultura cristiana que hemos heredado. Este concepto considera relevantes los valores de la enseñanza social cristiana, es profundamente anticomunista y actúa a favor de la familia como un componente elemental de la sociedad; este concepto trata la identidad nacional como un valor que debe ser conservado.

Ahora, la pregunta es qué hacer si tenemos dentro de la Unión Europea tantas diferencias enormes respecto al futuro de Europa. ¿Cómo podemos mantener unidas las dos partes de la Unión Europea con dos conceptos diferentes de Europa? La pregunta es si ello es posible. Me parece que hay un estrecho sendero que debemos tomar para lograr el objetivo de mantener unida la Unión Europea en su totalidad. Se trata de que el Oeste no quiera o no debería imponer su opinión a los países del Este. Debemos aprender a tolerar de nuevo nuestras diferencias, y nosotros en Europa Central no deberíamos insistir en decir a los del Oeste cómo deberían dirigir sus países. Si estamos dispuestos a aceptar este tipo de diferencias, incluso en términos de la visión futura, lograremos vivir juntos y mantener unida la Unión en su totalidad. Los habitantes de Europa Central deberíamos pedir a los del Oeste: «Por favor, no nos digáis cómo debemos llevar nuestra vida.» A mi juicio, ésta es una condición imprescindible para continuar nuestra historia como la historia de la Unión Europea, pero considero que es posible.

A continuación, me permito hacer algunas observaciones breves sobre temas actuales. Sobre todo, sobre el MFP y el plan «Nueva Generación UE» y luego quisiera volver al tema del futuro de Europa. Durante los últimos 30 años, el MFP siempre ha sido una historia de éxito. Después de mucha disputa, a veces acalorada, finalmente fuimos capaces de encontrar un compromiso bueno e incluso ideal para todos, porque recibimos nuevas asignaciones. Eso sí, el 70–75% del dinero fue recuperado por los países del Oeste de todos modos, pero contribuyó al desarrollo de nuestras economías. Pienso que deberíamos entender que este tipo de compromiso es necesario una vez más cuando tratamos de crear el MFP. Sin embargo, el verdadero desafío es que no queremos crear sólo un nuevo MFP, un nuevo presupuesto para el futuro, sino que quisiéramos crear algo extraordinario sin precedentes. Se trata del plan «Nueva Generación UE». Considero que quisiéramos gestionar juntos el tema presupuestario y «Nueva Generación UE» a la vez. El propio nombre «Nueva Generación» debería tomarse al pie de la letra, porque este plan será pagado por las próximas generaciones. Porque es un préstamo, un crédito de 30 años que se cernirá sobre las cabezas de nuestros nietos. A los húngaros no nos gusta gestionar ninguna crisis con préstamos pero ahora debemos aceptar esta aproximación para ayudar a los países que ahora tienen problemas. La posición húngara es bien clara: si queremos crear este tipo de crédito, su distribución debe ser justa, flexible y exenta de política. Tendremos negociaciones muy duras en Bruselas la semana que viene y es difícil imaginarnos cómo podremos concluir este debate en una sola vuelta. Pienso que este verano, las vacaciones no serán lo más importante para los primeros ministros y presidentes de la Unión Europea, porque deberán continuar las negociaciones para encontrar un modo de relanzar nuestra economía mediante el presupuesto y el plan Nueva Generación UE.

Mi observación final, mis amigos, se refiere, una vez más, al futuro de Europa. Si la descripción que les he ofrecido es verídica, pienso que ahora debemos admitir que lo que necesitamos es una estrategia adecuada para la Unión Europea. Siempre es cuestión de erudición política decidir cuándo adoptar una aproximación táctica o estratégica. Considero que durante los últimos 12 años, durante los tiempos de crisis, Europa ha estado siguiendo una aproximación táctica y, al parecer, ésta nos lleva a un callejón sin salida. A mi juicio, la UE sólo daba respuestas reactivas a los eventos del mundo. En el futuro, necesitamos una estrategia en vez de tácticas y debemos ser proactivos y no reactivos. Una estrategia proactiva requiere un fuerte compromiso al trabajo conjunto basado en nuestro enfoque común. ¿En qué podría consistir este enfoque? Se trata de la necesidad de una cooperación económica y el aumento de nuestras capacidades comunes en cuanto a la competitividad. La estrategia de Europa debería centrarse en estos temas. Acepto que los derechos humanos son importantes, incluso los temas de los géneros podrían discutirse, pero los verdaderos desafíos son de otro tipo. Somos campeones de los géneros y de los derechos humanos en la Unión Europea, pero el verdadero desafío es la economía y la competitividad y cómo reforzar la estructura de nuestras economías. Considero que deberíamos adoptar un enfoque estratégico a estos temas. Debemos admitir que empujar las diferentes culturas a la misma dirección política siempre será contraproducente y un derroche de recursos. Por cuanto Bismarck mantuvo una relación muy sana con el tema de Europa, a mí me gusta citarlo regularmente en temas europeos. En una ocasión, Bismarck afirmó claramente: «Siempre he oído la palabra Europa de la boca de alguien que quería algo de otro que él tenía miedo a pedir en su propio nombre.» O sea, no necesitamos este tipo de estrategia europea, sino una estrategia enfocada en la necesidad de la Unión Europea. La pregunta final es quién creará dicha estrategia para Europa. En el cumpleaños del PPE, deseo que este deber sea realizado por el PPE.

Éste es mi comentario final. ¡Gracias por su atención!